DE OBSERVADORES A AGENTES DE CAMBIO: LA LUCHA DEL TRABAJADOR SOCIAL CONTRA EL ACOSO ESCOLAR EN MÉXICO.

DE OBSERVADORES A AGENTES DE CAMBIO: LA LUCHA DEL TRABAJADOR SOCIAL CONTRA EL ACOSO ESCOLAR EN MÉXICO.

Entre enero del 2022 y abril del 2023, México se posicionó en el primer lugar con el mayor número de casos de bullying a nivel mundial, donde 270 mil fueron reportados. Además, según el Estudio Oficial de la ONG Internacional Bullying Sin Fronteras para América, Europa, Asía, Oceanía y África, 7 de cada 10 niños mexicanos son víctimas de acoso y ciberacoso todos los días.

Pese a que la figura del trabajador social tiene presencia, pero no dominante, en instituciones académicas, hoy más que nunca es fundamental su participación para hacer frente y combatir el acoso al interior de las aulas.

¿Qué entendemos por acoso escolar?

El término surge a mediados de la década de los 80 para definir que una persona es víctima de acoso escolar cuando se ve expuesta, de manera reiterada y por un largo periodo de tiempo, a acciones negativas que algún compañero o grupo de compañeros realizan en su contra. Esto puede incluir intimidación, maltrato verbal, que se rían o burlen de la persona, la apoden de manera hiriente, la ignoren o excluyan, la empujen o golpeen, la amenacen, inventen rumores falsos sobre ella, entre muchas otras cuestiones. Así, el acoso escolar permite que se establezca una relación asimétrica donde el poder recae en una sola de las partes implicadas, es decir, en aquel que domina al otro, mientras que éste último, el dominado, no puede defenderse por sí mismo.

De acuerdo con Serrano (2006) existe una serie de indicadores que detectan cuando hay violencia o acoso escolar al interior del aula, así como para identificar quién tiene el rol de agresor y quién el de víctima. Usualmente, la persona que es víctima de acoso suele presentar cambios de humor, síntomas de tristeza o depresión, así como aislamiento de la realidad. Aunado a esto, durante su estancia en la escuela, tiende a aislarse de sus compañeros, abandonar actividades que solía hacer con sus amigos, pasar tiempo en soledad, hablar poco, disminuir su rendimiento académico, evitar ir a la escuela, entre otros.

En cuanto a la figura del acosador, suelen ser niños que no muestran empatía, son egocéntricos y rebeldes, dominantes en sus relaciones de amistad, prepotentes, intolerantes a la frustración, además de que disfrutan de humillar a los demás. Al encontrarse en la escuela, suelen llamar la atención, pelearse con sus compañeros, no pedir disculpas ni aceptar la responsabilidad de sus actos, entre otras cuestiones.

Pese a que la mayoría del tiempo pensamos que estas dos figuras son las principales cuando hablamos de acoso escolar, existe una tercera que, en cierta forma, propicia y alienta este tipo de violencia al interior del salón de clases, y son aquellos que llamamos los espectadores o testigos. Éstos pueden ser pasivos, es decir, no se involucran en el problema ni buscan relacionarse, o por el contrario, son activos, refiriéndose a aquellos que aprueban o desaprueban las situaciones de agresión y victimización.

Entre las teorías que se han elaborado para explicar por qué los alumnos permanecen callados y no acuden a alguien en ayuda para detener el acoso se encuentran que 1) no quieren preocupar a sus padres, 2) les da miedo que la respuesta de sus padres hacia el colegio y los acosadores sea exagerada y, 3) temen contarlo por las situaciones (complejas y problemáticas) que viven en casa.

Así, según lo propuesto por algunos académicos, el trabajador social puede prestar sus servicios e intervenir principalmente en casos donde la víctima sea excluida socialmente o esté sufriendo de acoso sexual, debido a la línea de su trabajo. No obstante, consideramos que su figura es relevante en cualquier caso ya que puede ser el puente que conecte a los alumnos, el personal académico, los padres de familia, así como otros elementos relevantes del entorno de los implicados.

¿Cómo puede intervenir un trabajador social?

La misión de un trabajador social radica en prevenir o contrarrestar los efectos menos deseables del acoso escolar, pero para que pueda lograrlo es primordial que realice un estudio para detectar la problemática, qué personas están involucradas, así como las situaciones familiares y sociales que puedan estar desplegadas como parte del entorno que afectan tanto a la víctima como al agresor y que generan que ambos estén desempeñando estos roles.

Por consiguiente, si el medio familiar o comunitario en el que se desenvuelven los niños son deficientes, es necesario que el trabajador social estudie y analice el contexto en el que se desenvuelven para poder entenderlo e idear una estrategia de intervención con el fin de que fortalezca a los niños, se adapten, mejoren su desarrollo al interior del aula, impulsen su aprovechamiento académico y social, entre otras cuestiones.

También, es importante mencionar que, el trabajador social no actúa solo, sino que necesita del apoyo de los padres de familia, los alumnos, el personal académico, entre otros actores que sean parte de la problemática o, que puedan complementar la labor del trabajador social al ser parte de otras disciplinas y sumar sus conocimientos, como los psicólogos, por nombrar un ejemplo.

Entre las actividades que desempeña el trabajador social para combatir el acoso escolar, se encuentran las siguientes:

  1. Observación: implica conocer los perfiles de los niños (edades, lugares de residencia, familia, entorno, etc.), así como las circunstancias o situaciones que viven. También, puede elaborar un mapa de necesidades y recursos donde sean señaladas las necesidades de los alumnos y los recursos existentes que pueden llegar a cubrirlas.
  2. Interpretación y valoración: a partir de la información recabada se elabora un análisis y diagnóstico de la problemática, el contexto, el sistema de creencias y valores de los niños, la urgencia de resolver la situación, entre otras cuestiones.
  3. Plan de acción: implica diseñar las estrategias con las que se llevará a cabo la intervención, así como especificar los recursos disponibles.
  4. Acción: ejecutar el plan al trabajar con la víctima, el agresor, las familias y el entorno. En cuanto a los dos primeros, el objetivo es que desarrollen destrezas y su autonomía, crezcan sus competencias personales, además de que fortalezcan sus capacidades con lo que podrán tener un mejor desarrollo, académico y social, al interior del salón de clases.
  5. Evaluación: analizar los procesos y resultados alcanzados, así como examinar si el objetivo del plan de acción se ha cumplido; realizar ajustes en caso de ser necesario o, por el contrario, finalizar la intervención.

Aunado a lo anterior, uno de los retos que enfrenta hoy en día el trabajador social implica elaborar proyectos que prevengan el acoso escolar al interior de las aulas. Y, ¿cómo pueden lograrlo? Al diseñar campañas que promuevan los valores, la sana convivencia, programas de sensibilización contra la violencia, talleres de habilidades parentales para que éstos puedan ofrecer una mejor atención y educación a sus hijos, entre muchas otras estrategias.

En conclusión, es importante reivindicar la importancia de la presencia del trabajador social al interior de las aulas, dado que sus servicios y conocimientos pueden ser claves para hacer frente al acoso escolar, especialmente cuando se suman a otros profesionales (como pedagogos, psicólogos, personal académico, etc.) con el fin de trabajar de manera coordinada y conjunta en la resolución de esta problemática.

Debido a esto, es importante que desarrolle todo tipo de herramientas que le permitan detectar los casos con rapidez, recolectar y analizar la información para elaborar estrategias de intervención eficientes que mejoren el entorno en el que se desarrollan los alumnos.