La pérdida de un bebé, en cualquiera de sus etapas, ya sea durante el embarazo o tras su nacimiento, implica no sólo la pérdida de un nuevo integrante para la familia, sino la renuncia forzada de un proyecto de vida, un sueño futuro, una ilusión que por poco logra ver la luz. Desafortunadamente, la sociedad y el sistema sanitario no suelen abrazar a los padres dolientes, por lo que éstos terminan por vivir su pérdida de manera silenciosa.
En el presente artículo abordaremos lo que es el duelo gestacional, cómo su invisibilización agrava el dolor que sienten los padres, y algunas formas para elaborarlo de manera sana con el fin de que puedan alcanzar la aceptación.
También conocido como duelo perinatal, es el dolor que surge y experimentan los padres ante la pérdida de un bebé que fallece en cualquier mes de gestación durante el embarazo, al momento del parto, o a lo largo del primer mes de vida.
Cualquiera de estas vivencias, ya sea la interrupción del embarazo o la pronta partida del bebé tras nacer, provocan un profundo sufrimiento en ambos padres, así como en el entorno que los rodea. Desafortunadamente, este duelo suele ser invisibilizado tanto en el ámbito social como en el área de salud, lo que provoca que el proceso para asimilar y sanar la pérdida sea aún más complicado.
Una de las principales razones por las que la sociedad no reconoce el duelo perinatal radica en que, a diferencia de otras pérdidas, el vínculo que han formado los padres con el bebé no es uno considerado digno o con valor, dado que es alguien a quien todavía no conocen, quizás no le han otorgado nombre o, es un ser de quien conservan pocos recuerdos materiales. Así, el proceso de duelo no sólo es minimizado, sino también desautorizado e ignorado.
Resulta curioso, pero existe una distinción social en relación al momento en el que se produce la pérdida del bebé. Aunque no lo parezca, es más común que haya una mayor acogida social, un reconocimiento y validez frente al dolor que experimentan los padres que perdieron a su bebé después del nacimiento de éste, a diferencia de quienes lo pierden durante la gestación.
La familia y los amigos cercanos de los padres pueden desempeñar un papel importante en su elaboración del duelo. Es común que no sepan cómo brindarles apoyo; incluso, en un intento por aminorar la tristeza, pueden llegar a evitar el tema y actuar con naturalidad, lo que solamente generará un efecto inverso en los padres, quienes experimentarán una falta tanto de consuelo como de un espacio seguro donde puedan compartir su sufrimiento.
También, es posible que los padres se enfrenten a situaciones donde se les presione para que superen su duelo con rapidez. Entre los comentarios que llegan a escuchar con regularidad se encuentran: pronto vendrá otro. Sean fuertes, están jóvenes, seguro podrán tener más hijos. La vida continúa, lo mejor es que tengan un hijo lo antes posible. Esta forma de invalidar el duelo y no otorgarles el espacio y momento para elaborarlo puede resultar en trastornos emocionales tales como la depresión, ansiedad, estrés postraumático, entre otros.
El duelo es diferente para cada persona; se gestiona y avanza dependiendo de la trayectoria, vida personal, así como los recursos y las estrategias con los que se cuentan para alcanzar la aceptación y sanación. Por esto, las fases pueden experimentarse en distinto orden, con grados de intensidad diferentes, además de que existe la posibilidad de regresar a una etapa anterior. Así, entre las etapas o fases que acompañan el duelo se distinguen las siguientes:
Es importante entender que, incluso si no pudieron conocerlo, el vínculo que establecieron los padres con este nuevo integrante de la familia que estaba en camino, fue cercano y profundo. Cualquier etapa en la que haya ocurrido la pérdida, ambos tienen derecho a elaborar su duelo de forma sana, es decir, que su pérdida sea reconocida, respetada, y sus sentimientos validados.
Entre los consejos para afrontar la pérdida se encuentran:
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