"Si los periodistas no son útiles, críticos, independientes y rebeldes, no serán necesarios." Gumersindo Lafuente, 2012.
Suele ser común que al hablar de noticias falsas, algunas interrogantes surjan de manera frecuente, ¿qué es lo que las vuelve tan atractivas? ¿Por qué los lectores o usuarios aceptan, sin titubear, la narrativa que en ellas se presentan?
En la actualidad, la información a la que tenemos acceso se desborda, sin mesura, desde las páginas de un periódico hasta las pantallas de nuestros dispositivos, saturando no sólo la producción de conocimiento, sino también la idea de lo que creemos que es la realidad.
Aunque muchos opinan que las fake news tienen su origen con el surgimiento y la popularidad de las redes sociales, lo cierto es que este fenómeno ya existía tiempo atrás, no obstante, ha cobrado fuerza y alcanzado una mayor difusión a través de ellas. Así, es en este escenario contemporáneo y distópico donde la práctica periodística cobra una nueva relevancia, especialmente al apostar por un ejercicio profesional ético y responsable.
La construcción de una noticia implica que el periodista utilice diferentes estrategias narrativas para fundamentar la credibilidad de la información que presenta. Para tal efecto cita fuentes, acumula sucesos de lo acontecido, busca dar voz a autoridades que certifiquen la veracidad de los hechos y del marco mental con el que los interpreta.
Por su parte, la audiencia supone y espera que el informante haga uso de todas sus capacidades técnicas para reconstruir la historia de la manera más fiel que le sea posible. Y, pese a no tenerlo por escrito, existe un contrato fiduciario, es decir, un acuerdo tácito entre el lector y el informante (medio o periodista) en el que el primero confía en la credibilidad y rigor del segundo.
Cuando la información es manipulada con el objetivo de aumentar el tráfico de contenido, la interacción con la audiencia, acatar los intereses y la agenda política, entre otras cuestiones, el pacto se rompe. Así, el periodismo deja de ser ético y da paso a uno de carácter irresponsable, que termina por abandonar su función social para con la ciudadanía. En este quehacer periodístico carente de ética se instalan las famosas fake news o noticias falsas.
Como toda buena historia, las noticias falsas buscan cautivar la atención de la audiencia, pero ¿cómo logran hacerlo? Simple, a través del contenido que ofrecen, es decir, por la forma en cómo se construye la narrativa, la cual podríamos comparar con un rumor falso, un chismorreo entre vecinas que nos presenta información "rica", nueva y original, pero con la posibilidad de ser cierta y creíble.
Su éxito radica en el impacto y las emociones que logran provocar en la audiencia, entre las que principalmente identificamos el miedo, el disgusto y la sorpresa; sentires que también predominan en las redes sociales y que suelen motivar a los usuarios a compartir y viralizar información, sobre todo aquella con la que se identifican.
Desafortunadamente, las fake news se amplifican y viralizan con mayor rapidez a diferencia de las notas periodísticas fiables. Y si bien es cierto que una noticia falsa jamás podrá reemplazar a la verdad o convertirse en una, sí puede conseguir sofocar los hechos objetivos.
Una de las principales complicaciones con las que nos enfrentamos en esta era tecnológica es que la producción de información y noticias ya no son exclusivas de los medios tradicionales, sino que cualquier usuario con acceso a internet y que cuente con un perfil en una red social puede generar contenido y expresar una opinión "experta" frente a un acontecimiento o una problemática.
Aunado a esto, otro de los retos que enfrentamos no sólo atañe a los periodistas, sino también a aquellos que somos consumidores de contenido, pues ambos tenemos la responsabilidad de verificar la veracidad de las fuentes que consultamos. Lamentablemente, un gran número de usuarios carecemos de las herramientas para detectar cuando nos encontramos frente a una noticia falsa, lo que nos convierte en presas fáciles para la misma. Así, ¿cómo podemos identificar que se trata de una?
Es común que las fake news cuenten con títulos sensacionalistas que enganchan a los usuarios. Algunas de las imágenes que presentan pueden estar manipuladas o fuera de contexto. También es crucial revisar que el enlace o URL de la página no sea sospechoso. Si encuentras errores ortográficos o de redacción, sin duda se trata de una noticia falsa, puesto que un periodista o medio profesional cuidaría no cometerlos. Otro aspecto que se recomienda verificar es que las personas o instituciones citadas como autoridades expertas en la nota sí sean reales.
Como profesionales de la información, es crucial luchar por una práctica periodística con mayor rigor, precisión, pluralidad y transparencia. En un escenario de hiperinformación, donde el internet, los medios digitales y las redes sociales pueden presentarse como aliados o detractores en la difusión de noticias, se debe apostar por nuevas formas de comunicar.
El periodista ético y responsable tiene el compromiso de usar la profesionalidad narrativa, obtener información de forma lícita sin engañar a sus informantes, acceder a fuentes no asequibles y que propicien miradas más completas y complejas de los hechos que reconstruyen, afinar su capacidad de interpretación, alejarse del periodismo sensacionalista y lleno de emotividad, entre otros.
Parafraseando a Bilbeny (2012), el uso responsable de la libertad de expresión, con información que se transmite de modo competente, es lo que diferencia y distingue al periodismo ético y responsable de otras formas de hacer y comunicar.
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